Lo más duro ha sido la vuelta al metro de Madrid. El primer día que entré, me pareció que estaba sucísimo y grasiento. Encima, como en Japón solo iba a horas no-punta estaba bastante más lleno que cualquiera de los que cogí en Tokio. Para colmo, un señor se puso a hablar por el móvil dando voces, muy a la española (en Japón no se puede hablar por el móvil en el metro)... Total, una experiencia religiosa.
En realidad, creo que lo que más llama la atención es la suciedad que reina por aquí y la falta de civismo si nos comparamos con los nipones. En todo Tokyo no vi ni una sola pintada, las calles estaban limpias aunque no hubiera parcticamente ni una papelera y si entrabas en el baño de cualquier bar, por cutre y acabado que fuera, siempre había papel higiénico y estaba impoluto.
Eso sí, las calles tienen nombre.
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