martes, 8 de junio de 2010

La cuesta de Moyano

Durante el último puente, una vez más, estuve de misiones. Esta vez, se trataba de visitar las tierras manchegas de Albacete, que tiene partes clavaditas al Gran Cañón del Colorado, a lomos de nuestras bicicletas...

Bonito, pero hay que subir para verlo...


En esta ocasión, no solo tuvimos que enfrentarnos a las cuestas habituales, también se unió el calor despiadado. Ya dicen que no es sano hacer deporte a plena solana, pero es lo que tiene junio... Nos cayó sol a plomo. Eso del Cid de "Sangre, sudor y lágrimas" una mieeeeeerda con lo que tuvimos que sufrir nosotros... :P.

Espartana en tramo final de la cuesta...

El caso es que di con la horma de mi zapato. Yo que me preciaba, muy ufana, de no haber echado pie a tierra en una cuesta nunca jamás, al salir de las Hoces del Júcar, despeñadero arriba, claudiqué. Eran las tres de la tarde, un camino forestal y unos cuatro kilómetros cuesta arriba. La pendiente no sé de cuanto sería, pero de bastante (a mí me parecía del 95%). Me di cuenta de que el factor calor contaba, y mucho. Cuando estás desesperada por encontrar una sombra misericorde, es difícil mantener un ritmo pausado y constante. Si rompes el ritmo, fuerzas y si fuerzas tiras mogollón de riñones. Y eso fue lo que me perdió a mí, el dolor de riñones... Así, eché pie a tierra para ponerme a la sombra de los pinos (sin cantar por el camino) y por fin usé el último piñón del cicloturismo: empujar.
El agua era así de verdad, no he usado fotochof...

Eso sí, mereció la pena por los baños en aguas cristalinas... Madre mía la de cosas bonitas que tiene Albacete y yo sin saberlo.

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