lunes, 21 de junio de 2010

París underground

Lo que oculta el subsuelo parisino...


La humedad es lo que mata...


Aprovechando una generosa donación de puntos Iberia Plus y la coyuntura, me fui de fin de semana París. En esta ocasión, decidimos investigar los bajos fondos de la ciudad y nos adentramos en sus entrañas.

Comenzamos la visita por las
catacumbas. Aunque el precio no es prohibitivo (8 €), la cola suele ser disuasoria (échale una hora). Básicamente, son millones de huesos acumulados, con calaveras aquí y allá de decoración, que se han traído de cementerios variados. Se enterraron ahí aprovechando el hueco de las antiguas canteras (París está medio hueco, señores). La visita sin guía resulta un tanto decepcionante, supongo que resulta más impresionante si no has estado nunca en un sitio parecido. Pero si has visitado sitios como la capilla de los capuchinos de Roma, tampoco da tanto susto. Es un lugar a visitar por mero completismo.

Y con los cráneos, me haces unas cenefas a dos alturas...

Las catacumbas se encuentran en una de las salidas del metro Denfert-Rochereau, plaza en la que se cruzan varias de las típicas avenidas parisinas. Las calles aledañas son bastante bulliciosas y con restaurantes de precios... bueno, imaginaos, el
menú está entre 25 y 40 euros sin bebida, claro. Un lugar pintoresco es la rue Daguerre, una calle peatonal con puestos de mercado, restaurantes y cafeterías. Allí dimos con una alternativa francesa a la par que económica: una crêperie con terracita y todo. Se llama La belle ronde y cuenta con un jardín de lo más agradable si hace buen tiempo (o más bien si el mal tiempo es llevadero). A ver, barato barato no es, pero está bueno y es más barato que lo que hay alrededor.


Monumento a la guerra Franco-prusiana. Prueba de la modestia francesa, menos mal que esa guerra la perdieron...

Después de la comida (y sin siesta ni nada) nos dirigimos a las cloacas de la ciudad, visita romántica donde las haya. La entrada a las cloacas está situada cerca de la parada de metro Alma-Marceau, al ladito del túnel donde se estampó Lady Di. La visita es interesante, aunque yo la recomendaría solo a francoparlantes, ya que lo más interesante es hacer la visita guiada gratuita en la que te explican cómo se creó y funciona el sistema de alcantarillado, así como todo tipo de historias morbosas sobre bichos, armas y demás objetos que se puede llegar a encontrar en las cloacas. También, algunas pinceladas históricas sobre la Resistance y otros. En cualquier caso, el precio es bastante asequible (4,20 €) y si alguna vez te has preguntado qué pinta tiene una alcantarilla desde dentro: ¡esta es tu oportunidad de averiguarlo! De hecho, solo hay tres sistemas de alcantarillado del mundo visitables. A la salida, vistas impresionantes de la Tour Eiffel y el Sena.

Très jolie...

Para respirar aire puro tras la experiencia alcantarillil, y ver a unas amigotas que daba la casualidad de que estaban en París, nos dirigimos hacia uno de los parques (que yo creo que muchos no hay) de la ciudad. El parque se llamaba Buttes Chaumont y según me dijeron era una antigua cantera que reconvirtieron en parque (estos lo mismo te hacen un osario que un parque). Es el mismo concepto que el parque de las Siete Tetas pero en francés, que queda mucho más chic. Dentro del parque hay un bar de lo más animado, se llama Rosa Bonheur. Si hubiera llegado con el metro que era y no hubiera ido con la hora pegada al culo, me hubiera gustado disfrutar más del parque. Pero en fin, disfruté de la compañía y de la primera cerveza (carísima) de la tarde. El parque se encuentra en Belleville donde hubo una comuna (no hippie).

Perfectos emplazamientos para un botellón...

Ya con retraso sobre el tiempo estimado de excursión, dejamos a las amigotas y emprendimos rumbo a la Île de la cité, desde allí, cruzando la isla de Saint Louis, se llega al barrio judio-gay. No es que sea de judios gays, sino que es distrito compartido entre estos dos grupos
tan dispares. Allí estuvimos tomando una cervecita que nos salió a precio normal, ya que era la happy hour, en un pequeño bar con encanto: Piment Café. Dentro tiene varios ordenadores, las paredes están pintadas de rojo y era perfecto para sentarse y disfrutar de una cervecita charlando tranquilamente.

Garito durante el día con estudiante-poca-pasta en el interior...


Para el fin de fiesta, decidimos ir a cenar a un restaurante francés de la zona con un nombre de lo más inspirador: Les Philosophes. De hecho, en el cuarto de baño tiene citas varias de filósofos a granel y mientras estás "mandando un fax", puedes admirar su biblioteca. Ya que estaba solo un día decidí ir por la experiencia completa y cené un steak tartar y una île flotante. El steak tartar es básicamente una hamburguesa sin hacer (ya me queda una comida cruda menos que probar) y la isla flotante es una especie de nube de huevo montado sobre un mar de crema inglesa. La isla merece la pena, el steak solo lo recomiendo para amantes de la carne cruda.

Los espartanos no eran muy filósofos pero con un bien vino, hacían sus pinitos.

Así a eso de las 2 de la mañana y tras cenar, acabó el día. Por cierto, todo esto en vestido. Espero no haber pillado el tifus en las catacumbas.

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