Dos pobres guerreros, pretendían saquear a los suecos... Pero no les fue muy bien...
Del martirio de Ikea no se libra ni Dios...
Referencia en mano, uno se adentra en pasillos con estanterías de doce plantas. Consigue poco a poco los muebles que tanto ansiaba, por fascículos, eso sí.
Por supuesto, las cajas siempre son más grandes que el carrito, con lo que uno va o bien con el culo en pompa dándose golpes periódicamente en las espinillas con las cajas, o bien cercenando piernas o entrando en singular combate con personajes que se han comprado el sofá de siete plazas Jönder y también van embistiendo con el carrito. Además se ve a veces una combinación de las dos, con lo que puedes gozar al mismo tiempo de darte golpes en las espinillas con las cajas de cartón y clavar las esquinas a los transeúntes que andan mirando estanterías como el que juega a los barquitos: B12, ¡agua!
Luego está el poco ponderado y duro trabajo del guerrero que va junto al carrito. Suele ser él el que recibe las embestidas de las cajas de cartón kilométricas. Además, puede ocurrir lo que les ocurrió a los personajes de nuestra historia.
Cuando se acercaban a la caja, viendo la tremenda cola de hordas bárbaras que se disponían a pagar, se decidieron a poner a prueba el sistema de auto-pago. O pago sin pasar por la cajera. Para evitar la cola, tomaron una curva muy cerrada con resultado de atropello de dedo gordo del pie de segundo grado. Es lo que tiene ir con sandalias... Esto alegró mucho al guerrero acompañante que compuso una oda a toda la familia del guerrero conductor. No causo baja, gracias a los dioses.
Bien, con uno de los guerreros ya cojo, nuestros héroes se dispusieron a auto-cobrarse. Con la pistola de rayos láser digna de Star Wars y no sin pocas investigaciones en busca de códigos de barras ocultos, ya casi tenían todo el material introducido cuando... ¡Oh, campos de soledad! ¡Oh, mustios collados! Se dieron cuenta de que se habían dejado uno de los fascículos de los muebles.
Apenados por el revés del destino, recularon bajo la mirada sardónica de la guardiana de la auto-caja y se adentraron una vez más en el bosque de estanterías (no sin antes pasar por la fase de localización por segunda vez), recogieron el fascículo y tras otra sesión de pistola láser, por fin salieron con su botín al parking...
Eran ya las 23:00 de la noche...
Pero aún no había acabado la cosa. Quedaba el viaje de vuelta a casa con las rodillas en las orejas, el viaje en ascensor y la parte del ensamblaje...
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1 comentario:
Y pensar que te entra todo en el coche y no es así. Y claro, a las 23 ya no están los dispuestos transportistas que a horas más tempranas te acosan.
Lo mejor es ir a Ikea a merendar por 1€ o hincharte de albóndigas por 4,99.
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