martes, 13 de octubre de 2009

Senderismo no es montaña



Me creía yo muy en forma, preparada para la vida moderna y apta para subir lo que fuese.

Las últimas horas de Gurmensindo...


"Y yo me la lleve al río pensando que era mozuela, pero tenía mari'o".

Todo empezó porque quería probar en que consistía eso de la montaña. Yo creía que sería parecido a lo de subirse por los montes de El Escorial con algún pedrolo que otro que escalar. Así, con toda mi candidez, me decidí a emprender la subida del Almanzor (que no sé si perdería el tambor, pero yo que él lo hubiera tirado monte abajo). La subida tiene dos partes. En la primera, tipo Escorial vas por un caminito empedrado sube que te sube y luego baja que te baja hasta una especie de laguna donde está el refugio. Esa parte existe fundamentalmente para que te sientas confiada... (buah, esto está chupado, te dices). Claro, que en realidad ya llevas unas dos horitas andando.

Luego viene la parte dos del asunto: el subir la montaña en sí. Eso no es una cuesta. Eso es subir de peñasco en peñasco cual cabra montesa (bueno, las cabras montesas te miran y se descojonan). Cada vez tienes que trepar a peñascos más grandes, con piedras que se mueven, riachuelos escondidos, césped escurridizo... De pronto, llegas a un sitio y se ve una placa conmemorativa ("Aquí se dejó los piños Gurmensindo el escalador"). Ya llevas una hora sube que te sube por los peñascos, más dos de cuesta. Pero el pico tampoco parece estar mucho más cerca. Es un esfuerzo físico continuado y sin pausas. Y tampoco puedes ir a paso de paseo, porque claro, luego hay que volver. Por fin, cuando lo que parecían unos buitres empezaron a volar en círculos sobre mi cabeza, mi compañero de fatigas, que el muy desgraciado iba como una rosa, decidió que ya era suficiente... Claro ya llevaba tres horas y media cuesta arriba entre aproximación y subida.

Echando el bofe, empecé a bajar, que cuando bajas es cuando más te acuerdas del pobre Gurmensindo y sus piños. Claro, que como no tienes que empujar de todo tu peso con las piernas... Además yo sabía que iba rumbo a unos huevos fritos con chorizo y el descenso se me hizo más llevadero. En realidad todavía me quedaban otras tres horas y media de caminata. En ese momento, es cuando lo de que el tiempo y el espacio son relativos cobra verdadero sentido. El camino serpentea hasta la cumbre, detrás de la siguiente curva siempre hay otra y encima no recuerdas que hubieras bajado tanto a la ida...

En total siete horas practicamente del tirón.
Nivel de agotamiento: mucho.

Conclusiones:
No estoy tan en forma como me creía.
La montaña no es un paseo por el campo.
Creo que esto no es lo mío.

1 comentario:

Du Hast dijo...

Curioso, esa ultima frase es la que dijo un amante de la Veneno al coger lo que parecía un miembro viril, y sabiendo que no era propio pronunció las palabras "esto no es lo mio". Acto seguido huyó cual Gumersindo bajando Almanzor.

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